Por omisión, encontramos una grave ausencia de las mujeres artistas en la historia del muralismo. Se podría decir que seguimos perpetuando la visión de un movimiento exclusivamente masculino, y con esta idea, somos cómplices de las repetidas conductas machistas de los protagonistas del movimiento.
Así es como llegamos al trabajo de Hilda Palafox. Sus murales, pintura y escultura, nos intrigan porque a pesar de que los motivos y personajes resultan familiares dentro de la iconografía del muralismo y la pintura moderna mexicana, comprobamos que en realidad no hay correspondencia. Con una mirada más atenta, entendemos que los cuerpos escapan de la caracterización dialéctica de lo femenino y lo masculino. En el espacio de la representación, los cuerpos se liberan de la determinación biológica, pero sobre todo social, y deciden entonces maternar con la amistad, maternar poesía y palabras por medio de las imágenes. Hiedra que crece y llega hasta donde el deseo la proyecta, burlando los límites, los encuadres, las bardas.
Hierba mala, trepadora, maleza, mala mujer y también mala madre son los nombres que se le han dado a las plantas que se reproducen en condiciones adversas, que se defienden del clima, que les producen ardor a los invasores que las tocan o que “botan” por doquier a sus hijos.
Con la fuerza y el peso rotundo de sus personajes, como la naturaleza que no se detiene, Hilda Palafox doma el espacio pictórico y nos invita a mirar desde otro lugar, en donde por ejemplo, el maternar, no tiene que ver con el género sino con el lazo de amor* y la posibilidad de crear.
Viviana Kuri Haddad
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